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La construcción del acueducto, que recibe el popular nombre de “El puente de La Torica”, se remonta a finales del siglo XIX vinculada al trazado de la vía ferroviaria, recibiendo tan característico nombre del apelativo por la cual era conocida la locomotora que hacía el trayecto hasta Tortosa. A pesar de su origen exclusivamente funcional como sistema de irrigación, ya que no es un puente sino un acueducto, su porte monumental lo convierte desde el primer momento en punto de referencia y emblema de los vecinos de La Puebla de Híjar, siendo a día de hoy el kilometro 0 de la vía verde en la que se ha convertido el antiguo trazado ferroviario.


La actuación en esta pieza perteneciente al patrimonio ferroviario se planteó como una labor conservativa para devolver a su aspecto original al acueducto, protegiéndolo de la maleza y de los agentes atmosféricos.

Se pensó tanto en el propio mantenimiento y preservación del monumento, como en la posibilidad de integrarlo como importante hito en el paisaje.
Los trabajos de restauración y puesta en valor del acueducto consistieron en la limpieza de la maleza del acueducto y de sus canalizaciones adyacentes, de la piedra, el injerto puntual de cantería en sillares debilitados y en recrecidos puntuales no originales, el sellado de las juntas con mortero de cal al tono y la aplicación superficial de consolidante y sellador hidrófugo, por último se realizó la impermeabilización de las canalizaciones superior e inferior.
Su aspecto final recuerda a un antiguo resto del esplendor romano, construido sin embargo en el siglo XIX.